lunes, 22 de noviembre de 2010

Los cien años de la Asociación Española de Socorros Mutuos





INTRODUCCIÓN
EL PASADO Y EL PRESENTE - Las dos puntas de esta historia
Hoy, para muchos jóvenes, la Sociedad Española es la parada de ómnibus, el bar o el salón de fiestas para los cumpleaños de quince y los casamientos. Para ellos la historia recién va a comenzar.

Para nosotros, los que venimos de un poco más atrás, sumamos otros recuerdos. La Sociedad Española era la función de cine del sábado a la noche o el domingo a la tarde, las obras de teatro, las kermeses y los bailes con orquestas. En una palabra, nuestro esparcimiento de los fines de semana, en un espacio donde todavía no tenían cabida los televisores, ni las computadoras, ni los celulares.
Algo sabíamos de sus orígenes porque al menos una vez al año veíamos a los gaiteros recorriendo las calles del pueblo, resoplando sus gaitas y la gente con los trajes típicos bailaba la jota. Esas eran las romerías.

Para otros, para aquellos que ya no están, la Sociedad Española fue un pedacito de su país metido en otro país. Es indudable que para ellos la historia había empezado mucho antes de que se fundara. Precisamente en el momento de decidir vender lo poco que tenían y venirse a la Argentina con lo que les había quedado.

Como en Santa Teresa, las Sociedades Españolas de Socorros Mutuos se constituyeron en pequeños consulados. En el refugio donde se juntaban los inmigrantes españoles y mitigaban el desarraigo, donde podían desplegar sus recuerdos, su bandera, bailar su música, comer sus comidas, festejar sus fiestas y sobre todo, encontrar ayuda.

Así fue ayer, con los primeros españoles nativos y aquí estamos hoy, las otras generaciones, las que nos fuimos mezclando. Seguramente algunos no sepan que descienden de los que descendieron de los barcos y que la vida y el progreso de muchas familias dependió de la mano que dieron estas S.S.M. (Sociedades de Socorros Mutuos). Por eso esta introducción que nos hace ver las dos puntas, es simplemente para que se sepa que ayer la Sociedad Española fue de los españoles exclusivamente y hoy… hoy es de todos, sin importarnos la nacionalidad que tengamos. En el medio han pasado cien años y hay una interesante historia que merece ser conocida, la que nos llevará seguramente a rescatar el momento fundacional y la que nos despertará los recuerdos de todos aquellos  que hemos disfrutado de su existencia, en diferentes generaciones.


Sabemos que todo ha sido protagonizado exclusivamente por hombres, pero sin querer herir susceptibilidades, resultará imposible en algunos de los capítulos de esta historia nombrar a cada uno de ellos.  Entonces,  este también es un momento propicio para agradecer a todos los que han pasado por su Comisión Directiva y a aquellos que contribuyeron con su esfuerzo y participación de alguna u otra manera para que la institución exista. Así creemos que se lo propusieron y lo han logrado precisamente por pensar más en ella, que en sus propios nombres e intereses.












EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA
Nuestro pueblo fue fundado en 1889 por una compañía inglesa que construyó el ferrocarril. A partir de allí comenzaron a afincarse los primeros habitantes que precisamente fueron inmigrantes de varias nacionalidades, como italianos, españoles, franceses, yugoslavos, turcos y otros.
En Europa reinaba la miseria y el desempleo, por eso muchos tomaban la decisión de venir a estas tierras que prometían posibilidades de progreso. Todos venían en barco, en un viaje de aproximadamente treinta días que no era para nada placentero. Algunos lo hacían solos, dejando sus familias con la esperanza de traerla si las cosas iban bien. Las despedidas de los puertos con los familiares que quedaban en el muelle eran casi desgarradoras. Los pañuelos blancos se agitaban hasta que el barco era un puntito en el horizonte. Todos intuían la posibilidad de que no se volvieran a ver nunca más. Tampoco las comunicaciones eran rápidas como para calmar la ansiedad. Una simple carta viajaba en barco durante treinta días y había que esperar otros treinta para la respuesta, siempre y cuando sepan donde se había radicado la persona.
Traían poco, el mismo pasaporte les indicaba que al emigrar debían tener en cuenta que el equipaje que le transportarían las compañías navieras por el precio del billete, podría alcanzar cuanto más a 100 kilogramos sin que su volumen sea superior a medio metro cúbico.
El desembarco era en el puerto de Buenos Aires y desde ahí los inmigrantes se direccionaban de acuerdo a los pedidos existentes o bien comenzaban a deambular por varios lugares de la Argentina en busca de oportunidades de trabajo.
A Santa Teresa llegaban por el ferrocarril, único medio de transporte en ese entonces, seguramente traídos por parientes o amigos que iban viendo posibilidades de progreso.
Así fueron formando los engranajes que, de a poco, pusieron en marcha el comercio, la agricultura, los oficios, los talleres y todo lo que iba requiriendo un pueblo que recién comenzaba a funcionar. También se mantuvieron las clases sociales que ya se habían formado en Europa. Estaban los inmigrantes pobres, que venían a trabajar de lo que encontraban y los otros que teniendo un capital, especialmente los comerciantes, vieron la oportunidad de extender sus negocios por aquí.
Los italianos eran mayoría en Santa Teresa, por eso ya en 1897 crearon su Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, lugar donde mantuvieron sus costumbres y cultura, pero también un lugar donde podían ir para buscar ayuda. Entiéndase que para pedir un préstamo no había bancos, para la salud tampoco había una obra social tal como la conocemos ahora y para que sus hijos aprendan el idioma no había escuelas ni academias. Por eso, dentro de la Sociedad Italiana funcionó una de las primeras escuelas de nuestro pueblo.
En cantidad, luego, seguían los españoles que corrían con la ventaja del idioma sobre los otros inmigrantes. Argentinos nativos  no había muchos, la mayoría de los criollos trabajaban de peones y vivían en las propias estancias de la zona.
Con estas pocas palabras es suficiente para establecer el contexto del final del siglo XIX y comienzo del XX.
Ahora sí podemos decir que un domingo 6 de noviembre de 1910, reunidos seguramente en algún lugar del pueblo y motivados por la necesidad de ayudarse unos a otros, esos primeros españoles santateresinos, decidieron formar la “Sociedad Española de Socorros Mutuos de Santa Teresa F.C.C.A.” Así fue denominada en su inicio. Las siglas F.C.C.A. indicaban “Ferro Carril Central Argentino”, siendo ésta la compañía inglesa de la cual dependían los ramales ferroviarios que pasaban por aquí. Era la manera de que en la Argentina del siglo XX se ubicaban las nuevas rutas de comunicación abiertas por el ferrocarril, donde a través del mismo se comenzó a transportar gente, mercaderías y sobre todo la correspondencia. 






Pasaporte familiar. Una foto para todos los que viajaban. Mi abuela, mis tíos y mi madre que tenía cinco años cuando vino de España. El barco se llamaba “Kerguelen”, así aparecía con un sello cruzado en la parte superior. Mi abuelo había venido dos años antes y envió el dinero para que pudieran viajar. 



LA PRIMERA COMISIÓN
Según se puede leer en la primera acta, fue el “iniciado” don Félix Hormazábal, quien procedió ese día a leer el programa propuesto. De origen español, venido a esta zona desde San Nicolás en épocas donde todavía no se había fundado Santa Teresa, Hormazábal tuvo una pulpería de campo ubicada sobre la intercepción de lo que hoy es la Ruta Nº 90 y el camino de tierra que va a Peyrano. Desde ahí ve llegar a los ingleses que venían construyendo el ferrocarril y se disponían a marcar las manzanas de nuestro pueblo. Con estos antecedentes podemos confirmar que fue uno de los primeros españoles llegados a nuestra zona.
La palabra “iniciado” tal como está en el acta, quizás le atribuía el título a aquel que sabía lo que había que hacer. Seguramente se preocupó en conseguir de otra Sociedad Española los estatutos y el mecanismo que se debía transitar para que la legislación argentina autorizara su funcionamiento.
Fue así que ese domingo 6 de noviembre de 1910, cuando deciden formar la Sociedad Española, dejan constituida la primer Comisión Directiva, que si bien llevaba el título de "provisoria", nadie a esta altura le quitaría el mérito de haber sido la primera.
Tratando de interpretar la letra manuscrita de esa primera acta, con los garabatos propios que la pluma y la tinta le otorgaban al que la manejaba, aparecen los siguientes nombres:
Presidente: José Dobá
Vicepresidente: Pedro Barba
Tesorero: Juan Ansalas
Protesorero: Francisco Suárez
Secretario: Félix Hormazábal
Prosecretario: Gregorio Ansalas
Vocales: Manuel Lozano, Gerardo Zapatería, Pedro Hormazábal, Emilio Menéndez, Francisco José Echaide, Eduardo Suárez, Venancio Suárez.
Firman como Adherentes: Carlos Asenjo, Iñigo Hernández, Martín Lloveras, Bautista Iriarte, Luís Pérez, Balbino Suárez, Esteban Sauvit, Ramón Suárez, Manuel Castro, José Vidal López, José Barba, Bonifacio García, Francisco García, Juan Ansalas, José Rialp, José Lienceguy, Bautista Ansalas, Luís Magdalena, Francisco Terré, Enrique Guardia, Antonio Terré Alsina, Doroteo Calle, Martín Vicente, Manuel Rodríguez, Maximo Altuna, Baltaran Hernández, Francisco Rodríguez, Fidel Roselle, Enrique Núñez, José Tomas, Eduardo Castiñeiras y Ramón Campos.






Don Félix Hormazábal (1863 -1943). Uno de los primeros españoles llegados a nuestra región. Fue dueño de una pulpería de campo antes  que los ingleses fundaran Santa Teresa. Fue también uno de los fundadores de la Sociedad Española.

LOS PRIMEROS PASOS
En esa primera reunión se aprobaron once puntos que serían la base fundacional de la Sociedad y que manifestaban textualmente lo siguiente:
1) Nombrar una comisión directiva provisoria, la que en el término de tres meses redactaría el reglamento interno. Redactado en términos con lo que indica su título “Socorros Mutuos entre los asociados", de acuerdo con las leyes y costumbres que rigen a otras asociaciones similares en la República.
2) Proteger por una o dos veces a españoles caídos en desgracia por cualquier motivo, aunque no sean asociados.
3) Asumir la representación de la colectividad española de este distrito, en los actos públicos como ser: el día 25 de mayo, 9 de julio, 15 de octubre (Santa Teresa patrona del pueblo) y otras cosas como la recepción de altos funcionarios públicos y festejos que otras colectividades organicen y seamos invitados.
4) Bajo ninguna forma podrá mezclarse en política del país, ni hacer manifestaciones públicas ni privadas en pro ni contra de los partidos políticos.
5) Formar en este acto un fondo que sea la base de la asociación que se funda.
6) Autorizar a la comisión provisoria para adquisición de papeles talonarios, sobres y todo lo que crea de urgente necesidad.
7) Dentro de tres meses esta comisión redactará el reglamento que dice el artículo primero de este programa y llamará a una asamblea para que en ella se discuta su aprobación o rechazo, ya sea total o algunos artículos que a juicio de la asamblea se desaprueben.
8) Si la discusión del reglamento no se aprueba en una sola reunión se seguirá en los días siguientes hasta llegar a su fin.
9) Una vez aprobados los estatutos se formará la comisión directiva definitiva de acuerdo con el reglamento aprobado y entrará en funcionamiento oficialmente la Asociación, dando cuenta a todas las asociaciones similares de la República.
10) Podrá también esta asociación patrocinar fiestas públicas como son romerías españolas, bazares, rifas, bailes y funciones teatrales siempre que sea con el fin de allegar fondos a favor de la asociación.
11) Una vez que sus recursos alcancen, podrá adquirir bandera española y argentina, un estandarte alegórico con sus accesorios, una casa social y un panteón en el cementerio.
En los meses posteriores la comisión directiva provisoria se reúne varias veces, buscando redactar el reglamento, sobre la base de los que están vigentes en otras asociaciones. El 19 de febrero de 1911 recién se realiza la asamblea que tomando como ejemplo el estatuto de la Sociedad Española de Suipacha, se aprueba por unanimidad.
También se forma la comisión directiva definitiva que comenzaría a regir orgánicamente a la institución por los períodos establecidos, resultando electos los siguientes miembros:
Presidente: Juan Ansalas
Vicepresidente: José Dobás
Secretario: Francisco Suárez
Prosecretario: Francisco Echaide
Tesorero: Pedro Barba
Protesorero: Florentino Vázquez
Vocales: Eduardo Suárez, Félix Hormazábal, Jacinto Fabás, Enrique Guardia.

LOS ESTATUTOS Y CONVENIOS DE ASISTENCIA
Así como el libro de actas es la historia de una institución, sus estatutos constituyen sus objetivos. Sería lo que hoy conocemos como la misión y la visión en cualquier empresa.
Resumiendo algunos artículos del primer estatuto, seguramente nos daremos cuenta lo que recibían esos primeros españoles asociados, pagando cinco pesos moneda nacional para su inscripción inicial y un peso con veinte de cuota mensual, tal como se había resuelto en esa misma asamblea.
Se socorrerá a los españoles enfermos que estén asociados. Aquellos que acrediten no llevar en la República más de dos meses de residencia, en caso de enfermarse serán atendidos igualmente.
Estrechará vínculos de amistad que deben existir entre connacionales y propenderá al bien de la institución por todos los medios legales.
La sociedad se mantendrá al margen de toda cuestión política o religiosa.
Cubiertos los gastos sociales, con los fondos sobrantes procederá a la construcción de un edificio social y una sala de primeros auxilios.
Tendrá la sociedad la obligación de costear el entierro de sus socios hasta la suma de cincuenta pesos moneda nacional.
Todo socio tiene derecho a la asistencia médica, por lo que se le otorgará una orden de atención para uno de los médicos de la sociedad, a elección. En caso de ser necesarias intervenciones quirúrgicas, podrá trasladarse a los hospitales o sanatorios que tengan convenio con la sociedad, la que abonará la asistencia que le será prestada en piezas separadas de las salas comunes. La asistencia médica y farmacéutica será por noventa días.
No se prestará asistencia de ninguna clase en las enfermedades por bebidas alcohólicas ni en las heridas por desafío o tentativa de suicidio.
Si quedase imposibilitado para todo trabajo y careciere de recursos, tendrá derecho a percibir por una sola vez, la cantidad de veinticinco pesos moneda nacional, quedando separado de la sociedad sin derecho a su reingreso.
 El estatuto tenía un agregado que incluía un tratado de reciprocidad entre las distintas asociaciones españolas de socorros mutuos en Sudamérica, donde se establecían las condiciones de colaboración para la atención y el traspaso de socios, en los casos que estos debían trasladarse de una localidad a otra o simplemente se muden de domicilio. Interesante red de contención social, que también ponía a disposición la revista “La Fraternidad Española” para la publicación de noticias y estados contables de todas las SSM.
Cuando estuvieron aprobados los estatutos y constituidas las autoridades, nuestra sociedad española pidió ser reconocida por las otras y a su vez comenzó a reconocer a las demás.
A través de las actas se puede apreciar cómo era habitual dar lectura a notas donde se presentaban y se reconocían a otras sociedades españolas de toda la República Argentina, incluso de Uruguay y de Brasil. Habitualmente éstas al pedir el reconocimiento enviaban un talonario de rifas solicitando colaboración y también era común devolverlos por carecer de fondos.
No tenemos documentación hoy para afirmarlo en forma más fehaciente, pero era un hecho que la Sociedad Española de Santa Teresa, tenía un convenio con el Hospital Español de Rosario para la atención de sus asociados, ya que uno de los principales objetivos como pudimos ver en sus estatutos, era precisamente la asistencia médica. Lo que sí encontramos en el libro de actas de la institución, son reconocimientos de facturas provenientes de este hospital, lo que deja en claro que se hacían cargo de una parte o de todo el servicio de salud prestado.
Con los médicos y farmacéuticos del pueblo también había acuerdos de descuentos para atender a los españoles asociados. Se puede leer en las primeras actas como van aprobando recetas y gastos en este sentido. Esta parte de la historia de la Sociedad Española,  nos deja documentada otra, la de los nombres de las farmacias y médicos que había en nuestra localidad en una determinada época, dato que es difícil rescatar a veces.
Sobre 1917 encontramos asentado en el acta Nº 15, que el farmacéutico José Caivano propone una rebaja sobre las recetas que la sociedad autorice para su farmacia. En este caso se resolvió pedir al otro boticario, Julián Rossi concrete sus condiciones, para distribuir el servicio en forma equitativa. Finalmente Rossi accede a realizar descuentos del 25% también.  Más adelante en 1920, se suma a esta red, el farmacéutico Antonio Lucchesi.
En marzo de 1918 se nombra como médico oficial de la sociedad al doctor Armando Zamudio, quien propone la rebaja de $1.- por cada visita que realicen los asociados. En diciembre de 1922 asume como médico de la sociedad el doctor Faustino Diez Figueras, quizás su nombre sea más conocido en la actualidad por la trayectoria que luego tuviera en la vida pública de Santa Teresa hasta su fallecimiento. Además de ejercer la medicina en un período muy extenso, fue Presidente Comunal  y profesor en la escuela secundaria.

LA PERSONERÍA JURÍDICA Y OTRAS CUESTIONES LEGALES
Luego de esa asamblea realizada el 19 de febrero del año 1911, donde se formaliza su funcionamiento institucional, se comenzaron los trámites para la obtención de la personería jurídica.
Recién el 8 de enero de 1915 luego de un extenso trámite le es reconocida a nuestra Sociedad Española de Socorros Mutuos, la aprobación de los estatutos y su personería jurídica permitiéndole esto encuadrarse dentro de las leyes provinciales y nacionales. Toda esa demora no fue un impedimento para que la institución pudiera desarrollar su actividad normalmente, tal como se la propusiese desde el primer día.
Más adelante, con la promulgación de la ley 12.921, la que creó la Dirección de Mutualidades,  les es reconocida por Resolución número 50 de fecha 5 de marzo de 1953 la matrícula número 247 dentro de la provincia de Santa Fe.
Ya en el año 1984, también para adecuarse a las nuevas leyes, 19.331 y 20.321,  debió cambiar su nombre por el de Asociación Española de Socorros Mutuos de Santa Teresa, nombre que mantiene en la actualidad, y además debió solicitar la aprobación del reglamento de ayuda económica con captación de ahorro, trámite que se aprobó el 21 de septiembre de 1985.


EL EDIFICIO PROPIO
No hay institución que no pretenda tener un edificio propio para su sede social. Es un anhelo de todas las Comisiones Directivas y sabemos muy bien los que vivimos en estos pueblos el esfuerzo que implica lograrlo. Para la Sociedad Española esto no ha sido una excepción.
Aún no podemos establecer en qué lugar funcionó físicamente en sus comienzos mientras no disponía del actual edificio. Recién el 16 de junio de 1916 encontramos un antecedente. Ese mismo día que se decidía llamar a licitación para comprar un terreno, se resolvía también alquilarle una pieza al señor Francisco Tatje por $7 mensuales, desconocemos hoy la ubicación que tenía ese local.
Por su parte el señor Tatje, que aparentemente era un maestro particular, ofrecía el servicio de su escuela con un descuento para los hijos de españoles. La decisión de aceptar la propuesta quedó en estudio hasta averiguar si dicha escuela estaba reconocida por el Consejo Escolar Provincial, pero nunca se concretó.
Retomando la historia que nos lleva a la compra del terreno, el 10 de septiembre de 1916 se abren las cinco ofertas recibidas. Habían participado Emilio Carreras, Francisco Bulgarelli, Pedro Calderón, Fortunato Yos y Salvador Del Tedesco del que resultó la mejor propuesta. Ofreció para la venta una fracción de terreno de 30 metros de frente por la calle Olmos (hoy Primera Junta) y 40 metros de fondo por la calle Garibaldi (hoy San Martín), formando esquina entre ambas calles, a un precio total de $2.500 moneda nacional de curso legal. En esa misma reunión se acuerda ir inmediatamente al domicilio del oferente y pedirle una rebaja. Los elegidos para este trámite regresan luego de varios minutos con la noticia de haber logrado el cometido: se obtuvo una rebaja de $100.
Este fue precisamente el terreno donde luego se construiría el edificio propio que actualmente dispone la Sociedad y cuya escrituración se concretó recién el 12 de abril de 1917.
Como presidente de la institución en el momento de firmar la escritura se encontraba don Emilio Menéndez, de 29 años de edad, de nacionalidad española y de profesión comerciante. Don Emilio Menéndez, quien mantendría el cargo de presidente hasta mucho después de la inauguración del edificio, tenía su negocio de ramos generales en la esquina de Candiotti y Libertad. Del mismo desciende la familia Marsilli, la que en la actualidad continúa residiendo en nuestro pueblo.
Para detenernos un poquito más en la historia de los nombres que nos aporta la escritura, podemos agregar que don Salvador Del Tedesco, quien vende este terreno, también ha sido uno de los primeros inmigrantes en afincarse en nuestro pueblo, pero era de nacionalidad italiana. Su negocio de ramos generales estaba ubicado en la esquina de San Martín y España y también hoy sus descendientes continúan con la permanencia en la localidad.
Por último, no puedo dejar de comentar en función de hacer un poco de historia, que don Salvador Del Tedesco había comprado el terreno en cuestión, a don Román Francisco Montenegro en 1905. Este es otro personaje al que debemos reconocerlo como el primer fotógrafo que tuvo Santa Teresa. Gracias a él hoy podemos disfrutar de las imágenes del pasado, las que seguramente ha captado en los momentos más oportunos de la vida social de nuestro pueblo, con su cámara de cajón de madera y negativos de vidrio, la que llevaba a todos lados a pesar de su considerable peso.
Ya entrado el año 1917, inmediatamente después de la compra del terreno, se llamó a licitación para fabricar 100.000 ladrillos, como un primer intento de comenzar a construir algo. A la licitación se presentan tres oferentes. Uno de ellos se rechaza por no encuadrarse dentro de las condiciones establecidas, el otro era Natalio Gigante y queda en mejor condición la propuesta presentada por Gerardo Zapatería y Justino Yulita. Pero puesto este tema a consideración de la asamblea, la misma manifiesta su voluntad de esperar a mejores tiempos. Es probable que los fondos sociales, todavía no alcanzaran para cubrir esta otra inversión.
Después de casi 5 años, en agosto de 1922, se concretaría la compra de 100.000 ladrillos al señor Silvio Acosta, puestos en obra a razón de $20 el mil y seguidamente se le contrata otros 100.000 ladrillos más que debía fabricar en el mismo terreno de la Sociedad.
Era muy común en las construcciones de las primeras casas del pueblo que los ladrillos se fabriquen en el mismo terreno. Se utilizaba generalmente la tierra que se extraía de su superficie, precisamente de los lugares donde después iría el sótano, o los cimientos.
En ese año se concreta el proyecto de diseño con los arquitectos Presas y Arman de la ciudad de Rosario los que cobran por sus servicios profesionales la suma de $2.000 pero luego terminan donándole a la Sociedad Española el importe de $500. Eran muy reconocidos en esa época por sus modernas obras, las que hoy son identificadas en Rosario como monumentos arquitectónicos históricos. Una de sus realizaciones fue el edificio de “La Favorita”, hoy “Falabella”.
Con el proyecto aprobado y los ladrillos comprados, faltaba concretar la contratación de la empresa constructora. Se confeccionaron los pliegos y se realiza un primer llamado a licitación, publicándose durante 8 días en el diario "La Capital". Pero las propuestas recibidas tenían un costo muy alto y no estaban al alcance todavía de la institución, cuya asamblea decide nuevamente esperar mejores condiciones.
Comienza entonces una campaña de recaudación de fondos y de capitalización, invitando a los socios a comprar acciones proedificio, las que se devolverían con un interés bancario. Los mayores aportantes a esta campaña fueron los hermanos Miguel y Santiago Echenique con $10.000.
Francisco Suárez por su lado donaría un terreno dentro de la localidad, el que posteriormente es pasado a la Comisión de Romerías para ser rifado. Ese año el producido de las romerías dejó unos $3.095, que pasó a engrosar el fondo para la construcción del tan ansiado edificio propio.
Con anterioridad  y también con el objetivo puesto en la recaudación, se había subido la cuota social en treinta centavos.
Ahora sí, con mayor impulso económico y con los trámites iniciados en el Banco Hipotecario para solicitar un crédito, se vuelve a llamar a licitación para la construcción y el 18 de febrero de 1923 se aprueba la propuesta de la empresa constructora Roselló de la ciudad de Rosario, la que finalmente lleva adelante la obra. Esta también ha sido una empresa destacada en los años veinte por sus construcciones, de la cual hoy se le ha reconocido a algunas de ellas, como el Club Remeros Alberdi, el valor de interés cultural y patrimonial.
El edificio de la Sociedad fue inaugurado el 12 de enero de 1924. Si bien sabemos que la empresa tardó casi un año en terminar la construcción, no podemos determinar cual fue el valor exacto de la construcción.
Solamente una noticia aparecida en el año 1935 en el diario La Capital, con motivo de cumplir la Sociedad Española sus 25 años de vida, nos informa que en el edificio se habían invertido $70.000 y más de $6.000 en amueblarlo, todo esto expresado en moneda nacional. La misma noticia destaca que esto fue posible por el aporte moral y material de muchos socios, entre ellos Santiago y Miguel Echenique.
Los trámites iniciados en 1922 con el Banco Hipotecario Nacional para gestionar un crédito hipotecario de $35.000 albergaba la esperanza para estos emprendedores de solucionarle todos los problemas económicos que la construcción de la sede social había generado. Pero luego de haber  transcurrido mucho tiempo, incluso con el edificio terminado,  el banco aprobó solamente la suma de $12.500 que recién liquidó en noviembre de 1926.
En vista de este panorama la Comisión Directiva resolvió emitir bonos de capitalización de $ 100 cada uno, para cubrir precisamente la diferencia del monto liquidado y las deudas contraídas, pagando un interés del 5% anual y con un 5% de amortización también anual, los que fueron adquiridos por los propios asociados.
Así, con este esfuerzo constante de muchas personas  desde su inicio, hoy podemos disfrutar de una de las construcciones mejores  dotadas de Santa Teresa.


LA INAUGURACIÓN DEL EDIFICIO
Como dijimos, el edificio fue inaugurado el 12 de enero de 1924. Una foto aparecida en el número 1326, de la revista porteña Caras y Caretas del 1° de marzo de 1924 nos otorga la primera imagen pública de nuestra Sociedad Española recién inaugurada, la cual no ha cambiado su fachada. Pero sí podemos apreciar todo el entorno de la época en la vestimenta de la personas que posan en su frente, el cordón, separando la vereda de la zanja y la calle de tierra. 
También algunas noticias del diario La Capital de Rosario nos dan cuenta en una seguidilla de notas, de la inauguración y sus preparativos:
La Capital - Jueves 3 de enero de 1924: La Sociedad Española, con motivo de la inauguración del espléndido edificio social ha confeccionado un variado y atrayente programa de festejos a realizarse los días 12, 13, 14, 20 y 21 del corriente. Ha sido especialmente invitado el Cónsul de España de esta ciudad, quien acepta la invitación y el cual será obsequiado con un banquete servido en el mismo edificio a inaugurarse. La Comisión de festejos quedó constituida bajo la presidencia del fuerte comerciante señor Lorenzo de Urrutia, actuando como secretario el señor Pedro Carmena. Reina entusiasmo por estas fiestas las que prometen alcanzar el mayor éxito.
La Capital – Jueves 17 de enero de 1924: Con motivo de la inauguración del hermoso edificio social de la Sociedad Española ha dado por terminado la primera parte del programa que tenía anunciado. El entusiasmo no ha decaído un solo instante, cuyo éxito se descontaba teniendo en cuenta la buena organización de los festejos por la Comisión designada para tal efecto. La continuación de los festejos para los días 19, 20 y 21 del corriente darán lugar a la repetición de notas amenas teniéndose en cuenta las novedades introducidas en los números del programa.
 La Capital – Sábado 19 de enero de 1924: (De nuestro corresponsal viajero) El día 12 del corriente se inauguró en este importante centro de población, el edificio de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, lo cual constituyó un acontecimiento digno de toda mención y encomio, Tanto por el éxito alcanzado, cuanto por la magnitud de la construcción, la que por sus grandes proporciones, así como por el gusto con que han sido tenidos  en cuenta sus menores detalles marca un jalón en el progreso edilicio de este pueblo y un esfuerzo encomiable de la colectividad española. Desde las primeras horas de la mañana el disparo de bombas y el haber amanecido embanderados los principales edificios comerciales y casas particulares dieron al pueblo la animación y aspecto característico de los grandes días de fiesta, lo cual fue acrecentándose por momentos.
El edificio de la Sociedad Española de Santa Teresa  fue diseñado por los arquitectos Presas y Arman de la ciudad de Rosario, los mismos que diseñaron “La Favorita” (hoy Falabella”) y construido por el arquitecto Roselló, también muy destacado  en los años veinte por sus construcciones, al que se le ha reconocido a algunas de ellas, el valor cultural y patrimonial como el Club Remeros Alberdi.

LAS ROMERÍAS
Los españoles agrupados en la Sociedad de Socorros Mutuos, una vez al año festejaban sus tradiciones con las clásicas “romerías españolas”. Una pequeña medalla que ha sobrevivido en el tiempo, nos proporciona hoy una buena referencia. Según su grabado los días 22, 23 y 24 de febrero de 1913 se realizaron las segundas romerías a beneficio de la Sociedad Española. Con este testimonio sabemos con seguridad que la primera romería se realizó en el año 1912, luego de dos años de la fundación.
Toda la comunidad española radicada en nuestro pueblo esperaba con mucho entusiasmo año tras año la realización de estas romerías y disfrutaba de ellas. Era como recuperar la alegría, abrirle paso a los recuerdos y volver a sentirse por unos días más español que nunca.
Para las primeras romerías  se armaba una carpa en la plaza y mediante la participación de un conjunto de gaiteros, los españoles bailaban sus bailes tradicionales con atuendos típicos, boinas, ropas  blancas con faja en la cintura, pañuelos rojos al cuello y por lo general circulaba el vino en bota durante todo el día.
Aclaremos que la plaza para esa época no era plaza, era un simple terreno que estaba alambrado a su alrededor y tenía plantado eucaliptos con la intención de levantar el terreno, ya que los ingleses que fundaron el pueblo, la ubicaron en un lugar muy bajo. Recién en 1929 comenzaría su parquización para ir tomando la forma que hoy conocemos. A tal punto que ya parquizada en el año 1931 la Comuna local, no hace lugar al pedido para realizarlas allí. Por lo que se resuelve llevarlas a cabo en el campo del señor Miguel Echenique. En años posteriores se realizarían en el campo de deportes del Club Olimpia, ya que la propia sede social de la Sociedad Española resultaba chica para estas fiestas, lo que nos da el dato de la multitud que congregaban.
Por la década de 1940 se dejaron de realizar,  volviéndose a retomar estos festejos nuevamente a partir de 1952. Generalmente el período elegido en el año era sobre el final de enero y principios del mes de febrero. Había una misa por la mañana, luego el conjunto de gaiteros tocaba por las calles y los españoles pasaban bailando con sus trajes típicos, terminando en la sede social o en el lugar de concentración. Al mediodía se realizaba un almuerzo y finalmente a la tarde se ponía en marcha la clásica kermese, donde se rifaban productos de bazares y se disponían puestos con diferentes entretenimientos: tiro al blanco, ruleta, la pesca, el trencito, el pozo de la suerte y otros juegos, todo para recaudar fondos para la Sociedad.  El baile con los gaiteros se alternaba con la kermese y se prolongaba toda la tarde hacia el anochecer.
Los gaiteros, generalmente provenían de la ciudad de Rosario y durante todo el día tocaban música popular española como la jota y pasodobles. Sus instrumentos eran muy simples: gaitas, redoblantes y clarinetes. El conjunto que más se recuerda por haber venido en reiteradas oportunidades en los últimos años son “Los Alegres Orenzanos”, que hoy todavía existen y tienen un pequeño video en You Tube.
Con la desaparición de aquellos españoles que formaron la primera generación de inmigrantes y por otras cuestiones que seguramente tienen que ver con la mezcla de razas que los años y la vida fueron tejiendo, a partir de la década de 1970 las romerías se dejaron de realizar.
Las Romerías españolas. Arriba la tradicional carpa en la plaza. Abajo secuencias de las Romerías en la década de 1960 con los “Alegres Orenzanos”

EL TEATRO 
Cuando se construye el edificio, se pone especial atención a la diagramación del espacio destinado para el escenario y el salón de público. Imaginemos que en esas primeras décadas del siglo veinte, me estoy refiriendo precisamente a los años 1910–1920, el único esparcimiento posible eran las obras de teatro y los bailes con orquestas. Al no haber todavía aparatos de amplificación estas construcciones requerían la mejor acústica natural y toda la estructura de comodidad posible, que aún hoy se sigue aprovechando y disfrutando gracias al trabajo constante de las comisiones directivas que han pasado, las que no han descuidado su mantenimiento.
Podemos apreciar que el techo sobre el escenario se eleva considerablemente, para permitir por un sistema de sogas, muy bien distribuidas, subir y bajar los telones que conforman las bambalinas de fondo para las obras de teatro y así poder cambiarlos rápidamente entre un acto y otro. También una parrilla de madera permite transitar por arriba del escenario y los set de iluminación se gradúan en altura con dicho sistema de sogas.
Por debajo del escenario el amplio sótano permite utilizarse para camarines. Desde ahí también se accede a un pequeño hueco de salida hacia la superficie, ubicado por delante, bien disimulado y con comodidad para el apuntador, aquel que va leyendo el texto en voz baja a los protagonistas de las obras de teatro, evitando que se pierdan en los relatos. Por delante del escenario  se había construido una fosa con capacidad para que toque la orquesta. Esta se utilizaba para dar música a las obras de teatro. Más adelante se utilizaría para animar el cine mudo. Hoy la encontramos tapada, pero la podemos reconocer por el corte de las maderas que tiene el piso.
Otro detalle, simplemente para recordarlo como curiosidad, era la tapa que había en el medio del piso del escenario. Dicen que la utilizaban los magos en sus funciones para hacer aparecer o desaparecer objetos y personas. En oportunidad de cambiar totalmente el piso de escenario se tapó la misma.
Para tener una idea de lo que representaba el teatro en la vida cultural de nuestra localidad, basta recordar que en enero de 1905, es decir cinco años antes que se inicie la Sociedad Española, ya se había formando en Santa Teresa el primer grupo de teatro denominado “Sociedad Filodramática Local” que luego cambiaría el nombre por “Sociedad Filodramática Almafuerte”. Este grupo de aficionados al teatro utilizó primero para sus actuaciones el escenario de la Sociedad Italiana, pero a partir de 1924 lo fue alternando con el de la Sociedad Española. Por este grupo teatral fueron pasando muchos artistas locales y de reconocida calidad interpretativa hasta que en el año 1945 desaparece. En una época más adelante, fue común traer algunas compañías teatrales que realizaban radioteatro, como las de Jorge Alberto Alvarado. Aunque no con la continuidad que tenía en sus inicios, el teatro se sigue cultivando en ese mismo escenario hasta nuestros días,  siempre con la pasión y la dedicación que nuestros artistas locales saben expresar.
La sana expresión del teatro en todas sus épocas. Generalmente se buscaban obras picarescas para entretener al público. 


EL CINE - Desde sus comienzos
No bien el edificio de la Sociedad Española estuvo terminado, comenzó a alquilarse para fiestas, espectáculos teatrales, bailes, pero también para pasar cine.
Las primeras producciones por ese entonces eran películas mudas, luego con la incorporación del sonido se comenzaron a realizar producciones musicales, para pasar posteriormente  al drama o la ficción en blanco y negro, terminando en la década de 1960 en el "cinemascope" a todo color, lo que obligó a que las pantallas de cine sean mucho más grandes y las máquinas de proyección adecuadas a esta nueva técnica.
Un dato interesante es la compra de la primera máquina de cine. Fue en septiembre de 1925. Se autorizó en esa oportunidad a los señores Emilio Menéndez, Lorenzo de Urrutia y Félix Hormazábal a viajar a Buenos Aires y adquirir una máquina cinematográfica, para lo cual deberían tener en cuenta los últimos progresos de la industria para obtener buenos resultados. Para esa misma fecha también se aprueba adquirir y colocar todas las cortinas en puertas y ventanas para oscurecer el salón. La máquina finalmente se adquiere en la casa "Garmón" de Buenos Aires en la suma de $1.500 pagaderos $600 de contado y el resto en 9 cuotas de $100 cada una, aunque más adelante encontraríamos que el importe se terminó saldando de contado obteniendo un 10% de descuento.
Junto con esta decisión se toma otra que está relacionada con la primera explotación que se hace sobre este espectáculo. Se resolvió alquilar el salón al señor Anacleto Silvestre, de la localidad de Alcorta, para que explote el cine, quedándose la Sociedad Española con un 40% sobre las entradas generales.
Las películas mudas iban acompañadas de la orquesta que tocaba en vivo. Seguramente dentro de la fosa delante del escenario. Pero luego de algunos meses, el alto costo de la orquesta obligó a replantear el negocio con el concesionario. Se consideraba que las ventajas que aportaba la orquesta durante las funciones no podían suprimirse por lo que se resolvió cambiar las reglas de juego. Al ingreso por las entradas generales se le deducían todos los costos y se compartía luego el 50%  de  las ganancias.
En mayo de 1926 se produce un incendio en la sala de proyecciones durante una función cinematográfica. Se prendieron fuego unos tambores con películas a partir de un cortocircuito con los carbones de un ventilador. La máquina fue afectada y tuvo que ser enviada a Rosario para su reparación.
No obstante para junio de 1926, se informaba que el cine había reportado en casi un año de su puesta en funcionamiento una utilidad de $1.338,44. Es decir que casi ya se había amortizado el proyector.
En 1932 se decidió construir la casilla de proyecciones sobre el techo de la terraza  y en el mes de octubre del año 1933 se pusieron los paneles de arpillera teñida en la pared, debido a lo complejo que resultaba el cine sonoro.
En julio de 1936 se decide cambiar el aparato de sonido, adquiriendose uno a Branda, Borro y Cía de la ciudad de Rosario en $2.200, para lo cual se debió sacar un crédito en el Banco Nación Argentina. Las primeras 200 butacas que reemplazaron a las sillas de Viena, se adquirieron en noviembre de 1944 al señor Pedro López de Máximo Paz a un valor de $ 1.000.
A partir de 1927, la Sociedad Española tomó la decisión de explotarlo por cuenta propia, lo que determinó que se le pida una rebaja sustancial a la orquesta y también se llegara a un principio de acuerdo con la Sociedad Italiana de la localidad, para explotarlo en forma conjunta, alternando los espectáculos.
A partir de aquí habrá en el transcurso del tiempo una sucesión de cambios y alternativas en la comercialización de este rubro, pero lo importante es rescatar  que por muchísimos años, de alguna u otra manera,  el cine llenó nuestros espacios de diversión en un pueblo que no nos podía ofrecer muchas cosas más.


EL CINE - El recuerdo de una generación
Quizás las secuencias hayan sido así: las funciones de teatro fueron reemplazadas por las de cine y luego cuando la tecnología ponía al alcance de todas las familias un aparato de televisión y un reproductor de video, ya no hizo falta salir del hogar para poder ver una obra de teatro o una película.
Aunque hoy nada de eso ha desaparecido porque todos los espectáculos conviven, están a nuestro alcance y los alternamos si queremos disfrutarlos, pero podemos afirmar que para Santa Teresa cada uno de ellos ha marcado una época diferente si lo miramos desde adentro de la Sociedad Española y desde lo más intimo de nuestros recuerdos generacionales.
Hay personas que seguramente extrañarán las romerías, algunas el teatro, pero otras extrañamos el cine, no por las películas en sí, sino por todo lo que representaba en nuestras vidas.
No ha habido cosa más linda en mi infancia que ir al cine los domingos por la tarde. Para nosotros no existía otra diversión, salvo cuando venía el circo con los leones o el viejo Roata con la calesita y cariñosamente nos decía…“arriba los pichininos”, para comenzar a revolear la sortija que todos queríamos sacar para dar una vuelta gratis.
La preparación previa que hacía mi madre sobre mí para ir al cine era digna como para asistir hoy a la mejor fiesta. Había que bañarse, vestirse bien y peinarse. Me ponía el dinero justo para la entrada en un bolsillo y en el otro algunas monedas  para comprar caramelos. Porque en el cine pasaba el caramelero.
Las funciones en la Sociedad Española se anunciaban tirando bombas de estruendo. En 1959 se instala una sirena la que sonaba una hora antes, luego se repetía la secuencia de llamadas a medida que se iba acercando el horario y eso nos ponía atentos. La sirena estaba en lo alto del edificio y se escuchaba desde muy lejos. Se utilizó siempre, incluso hasta las últimas épocas en que se pasaron películas. Un día había en mi casa una persona de Rosario y nos preguntó: si ustedes anuncian así el cine, cómo lo distinguen de una ambulancia o de los bomberos? Es que no había ni ambulancias ni bomberos. 
No se proyectaban propagandas antes de comenzar las funciones como estamos acostumbrados ahora, directamente se exhibían los clásicos “Sucesos Argentinos”. Un cortometraje informativo que comenzaba con un gaucho a caballo que se iba aproximando y se paraba en dos patas cuando llegaba bien al frente de la pantalla. En ese espacio el gobierno mostraba las maravillas que había hecho en el país. Siempre eran buenas noticias. 
Las películas eran dos, generalmente una triste la otra alegre. Una de miedo, la otra cómica. A veces pasaban dos de cowboy juntas y no nos aburrían. Las de Sandrini eran siempre igual, al principio cómicas, pero al final terminaban triste y nos hacían llorar. Ni hablar de las películas de la Coca Sarli, donde los que recién asomábamos a la adolescencia teníamos el primer contacto visual con una mujer desnuda o podíamos ver como era un beso en la boca. Todos sabíamos que le cortaban las mejores escenas, pero bueno, lo que se veía también nos conformaba. Muchos pasajes arrancaban exclamaciones y aplausos de la concurrencia y también una silbatina generalizada cuando los cortes eran muy evidentes.
Las comedias musicales con Lolita Torres eran para mí muy  pesadas y aburridas, pero eso no era motivo para no ir al cine.
Las butacas de madera, solían ser un poco incómodas pero habían reemplazado a las sillas de Viena que se compraron en 1924. No estaban atornilladas al piso, porque había que correrlas hacia los costados cuando en el salón se realizaba alguna fiesta con baile,  almuerzo o cena. Por eso a veces las tumbábamos fácilmente creando un efecto dominó. Cuando la sala estaba vacía nos apoyábamos con los pies sobre el piso o sobre las butacas de frente y haciendo fuerza inclinábamos la hilera en la que estábamos sentados hasta tumbarla y luego se iban cayendo todas las otras hacia atrás, produciendo también un gran estruendo. Por supuesto que nos reprendían si conseguían identificarnos, pero a todo esto ya nos habíamos sentado en otros lugares.
En un período se había puesto de moda llevar una pistolita que fabricábamos con el broche de madera para colgar ropa, el cual había que desarmarlo, poner los palitos juntos, atarlos con un elástico en una punta y con el mismo resorte hacíamos el gatillo. Entre medio de los palitos poníamos granos de maíz y le tirábamos a las cabezas de la gente. Si te descubrían te echaban del cine. También tirábamos semillitas soplando un canuto,  tipo cerbatana.
Había un poco de maldad como siempre, si te descuidabas los de atrás te pegaban un chicle en el pelo o te lo ponían en el asiento para que se te adhiera a la ropa. Otra que se hacía era esperar que te sientes y en el momento justo con el pie desde abajo te daban vuelta el asiento y terminabas sentado en el suelo. Ahí te dabas cuenta que debajo del asiento había como un alambre que nosotros no sabíamos para que era, pero los viejos nos explicaban que antes la gente usaba sombrero y lo guardaban precisamente debajo, usando ese soporte.
Las películas solían cortarse fácilmente. A veces por defectos en el material o porque directamente se traían copias muy usadas que venían recorriendo los cines de todos los pueblos. El que concesionaba el cine tenía varias localidades donde pasaba la misma película, de otra manera no le convenía. Combinaba los días y los horarios, pero a veces teníamos que esperar porque no llegaba el material fílmico a tiempo. Como venían enlatadas en varios rollos, quien manejaba la máquina, debía ser lo suficientemente hábil como para empalmar el rollo que se estaba terminando con el otro que continuaba. Una sola vez alguien se equivocó al empalmar los rollos y comenzamos viendo la película por la mitad, seguimos por el principio y terminamos como debía terminar. No recuerdo el nombre de la película, pero si de la escena: primero la mujer tuvo un hijo y al rato apareció embarazada.
Cuando en una misma cinta  se reiteraban los cortes, el público protestaba silbando fuerte y golpeando los pies contra el piso, se sentía estafado. En algunas ocasiones tenían que prender la luz general del salón para calmar los ánimos.
Las máquinas de cine no traían lámparas sino carbones, estos producían una incandescencia poderosa, pero estaban muy cercanos a que se prendan fuego. Al principio las películas eran de acetato y generaban incendios, luego con el celuloide se atenuó esta posibilidad. En el año 1965 se reemplazaron las estufas de kerosene por 8 pantallas a gas, las que se instalaron sobre la pared. Una vez se prendió fuego una estufa, salimos todos corriendo. Es decir que ir al cine también implicaba riesgos.
La ubicación dentro del salón era una constante y estaba establecida como un acuerdo tácito entre toda la población. Generalmente los chicos se sentaban en las primeras filas, la gente grande por el medio y las parejas de novios en las últimas hileras, casi contra la pared. Nos dábamos cuenta que no miraban la película cuando se encendían las luces o cuando había alguna escena brillante que iluminaba más la sala.
Quizás nadie se acuerde ahora cuando fue la última película, pero un día el cine en la Sociedad Española se terminó y como verán no solamente dejamos de ver películas, sino empezamos a extrañar una forma de diversión.


DE LOS BAILES Y ESPECTÁCULOS
No podemos dejar  de mencionar, aunque sea en un pequeño párrafo,  la cantidad y variedad de espectáculos que han pasado por su salón, que si bien no tiene cien años de vida como la institución, no deja de ser un símbolo para nosotros.
Para la Sociedad Española, alquilar el salón significó siempre una forma más de generar ingresos, pero para los pobladores e incluso para las demás instituciones del pueblo, hemos encontrado en él un lugar adecuado para realizar cualquier tipo de eventos.
Desde que se terminó el edificio, allá por enero de 1924, se puede leer en las primeras actas la cantidad de pedidos que se van sumando para el alquiler de las obras de teatro, luego para el cine y para las fiestas organizadas por diferentes instituciones.
Sin querer encontramos un dato curioso: la existencia en esa época de una "Sociedad Argentina de Socorros Mutuos” que lo solicitaba todos los años para los festejos de las fiestas patrias, 9 de julio y 25 de mayo.  No hay casi antecedentes en Santa Teresa de la existencia de esta entidad de socorros mutuos entre argentinos, pero sin duda ha existido para cubrir las mismas necesidades que vimos en los españoles.
En algún momento la Sociedad Española, se pone de acuerdo con la Sociedad Italiana para cobrar en forma igualitaria el canon y las condiciones de alquiler para ambos salones. Así fue que por largo tiempo entre estas dos opciones de igual valor, se repartieron todo tipo de eventos y espectáculos que se realizaron en Santa Teresa, hasta casi el final de 1960, donde la Sociedad Italiana dejó de funcionar, entonces quedó como único salón. Recién a partir de 1997 cuando se inauguró el gimnasio cubierto del Club Olimpia, tuvimos una alternativa más en cuanto a contar con otro de mayor capacidad.
Cumpleaños, casamientos, festejos, bailes, romerías, veladas, aniversarios. Los clásicos bailes de conscriptos, que se repetían año tras año para despedir a los muchachos que les tocaba el servicio militar. Es decir, en variedad todas han pasado por su salón.
En calidad de espectáculo también encontramos en el historial de la memoria de viejos pobladores las grandes orquestas que tocaron, como Aníbal Troilo que vino en esa oportunidad con Goyeneche, Varela Varelita, Juan Ramón y otros.
Pero si nos referimos a la cantidad de personas, hubo un evento el 21 de septiembre de 1968 que “reventó” literalmente la Sociedad Española y merece ser recordado porque nunca más se logrará batir este record. Actuó “Sandro”. Traído por el grupo estudiantil que cursaba el quinto año de la escuela secundaria, contrataron justo al artista en el momento más ascendente de su carrera.
¡Tres mil personas dentro y fuera de la Sociedad Española! Un lugar que cuando se alcanzaba las quinientas o seiscientas, se decía que estaba totalmente colmado. Seguramente este evento merecerá en la historia de Santa Teresa un capítulo aparte con todos sus detalles, hoy lo traemos simplemente para que se sepa cuantas cosas han pasado en ese histórico salón.
Los clásicos bailes con orquestas reunían a todo la familia


Sandro en la casa del señor Mario Auguadra, un vecino por donde el artista, saltando el tapial accedió al escenario. En la foto a la izquierda asomándose Eduardo Esrequis, sentado Oscar Gonzalez (Marilin) parados Mario Augudra, Rubén Carnero,  Elmo Gatone.  A la derecha los representantes.   


LA ESTACIÓN DE ÓMNIBUS 
En la década de los años treinta, el colectivo comenzó a competir con el tren. Por supuesto que todavía no existían las rutas pavimentadas. Los caminos eran de tierra, polvorientos en tiempo seco, y barrosos cuando llovía. Aun así, habiendo tiempo seco, en los bajos cercanos a los arroyos muchas veces persistían durante meses las malas condiciones para transitarlos.
Las rutas provinciales fueron trazadas de forma paralela a las vías del ferrocarril y cruzaban por el interior de todos los pueblos. Es decir que para ir de Santa Teresa a Rosario se pasaba por Pavón Arriba, Acebal, Álvarez y Soldini.
Los colectivos, que no eran tan modernos como los que conocemos en la actualidad, en sus comienzos eran utilizados como un servicio de remisería. Se armaba el viaje cuando se juntaba gente con la necesidad de viajar. Pero más adelante, las empresas de colectivos fueron creciendo y armaron recorridos con horarios preestablecidos.
Un pequeño folleto de 1936 de la Empresa Argentina de Colectivos “La Flecha”  establecía trece frecuencias horarias de Santa Teresa a Rosario, cinco a San Urbano (Melincué), tres a Colón, dos a Peyrano y una a Hugues. Un dato interesante que nos aporta el folleto es la leyenda que al dorso se leía: “Propenda al engrandecimiento de la Nación, colaborando para la independencia económica del país y de sus habitantes: VIAJE EN COLECTIVO". Por esa época los ferrocarriles eran ingleses y las líneas de colectivos que iban surgiendo, pertenecían a pequeños empresarios locales.
A todo esto, la "Estación de Servicios Piazza”, se constituyó en la primera parada de colectivos. Estaba ubicada en Avenida Sarmiento 933, aproximadamente a 50 metros de la iglesia, sobre la mano que nos conduce al centro del pueblo.
El amplio frente de este local, donde se podía apreciar un surtidor de combustible en la vereda con la estrellita verde de la marca “Texaco”, albergaba también un taller mecánico, gomería, bar y confitería. “El bar de Piazza” era muy concurrido y popular también por sus bailes.
Los hermanos Piazza eran inmigrantes italianos y desde su taller, que primero fue herrería, instalaron, en 1916, el primer motor a vapor que generó luz eléctrica en Santa Teresa. Obviamente que el destino de esta electricidad fue para uso propio, pero luego se extendió a algunos domicilios y posteriormente, en 1920, proveyeron electricidad al alumbrado público en las principales esquinas, servicio que se cumplía media hora después de la puesta del sol y hasta la medianoche y se suspendía en los días de luna llena. El generador luego fue vendido a los hermanos Codo Rubies y de estos pasó a la actual Cooperativa de Luz Eléctrica.
El paso del tiempo y la confluencia de varias circunstancias iban a dar como resultado que esa antigua e histórica parada de ómnibus pasara a manos de la Sociedad Española, tal como la mantiene en la actualidad.
La familia Piazza fue naturalmente evolucionando en otras generaciones, sus propiedades vendidas y ya en los años 1972-73 cuando se pavimenta la avenida Sarmiento, el cantero que divide ambas manos constituyó un inconveniente para el estacionamiento de los colectivos en dicho lugar, teniendo en cuenta que también los mismos habían cambiado de tamaño y además el tránsito vehicular por las calles del pueblo se incrementó notoriamente.
La Comisión Directiva de la Sociedad Española de ese momento, que estaba presidida por Eusebio Marcos, teniendo como secretario al doctor Arnaldo Torres y de tesorero a Raimundo (el Muna) Gallesio, vieron la oportunidad de sumar una actividad más para la entidad y empujaron la idea de tramitar el traslado de la parada de colectivos.
La gestión comienza en mayo de 1982 con una nota al Ministro de Gobierno de la provincia de Santa Fe, generando el expediente 2.225-DPU. Más adelante, habiendo obtenido previamente la aprobación de la Dirección Provincial de Planeamiento Urbano, luego la de la Dirección de Transporte y también la de la Empresa Central Alcorta, única concesionaria del recorrido de colectivos, la Comuna local por resolución 22/84 del 31 de diciembre de 1984, autoriza a la Sociedad Española para que funcione como parada de ómnibus.
Esta decisión generó en esa oportunidad la oposición de los comerciantes nucleados en la Avenida Sarmiento y los vecinos de la primitiva parada. Veían una posible disminución de sus ventas a partir del poco movimiento de gente que esto generaría. Formalizaron un reclamo por escrito el 19 de abril de 1985, el cual fue considerado por las autoridades de Santa Fe, pero que finalmente no tuvo aceptación.
Salvadas todas estas cuestiones, finalmente se aceleraron algunas obras de mejoras en el edificio, principalmente la ensenada sobre el pavimento que posibilita el estacionamiento de los colectivos sin entorpecer el tránsito y también la instalación de la cúpula sobre su entrada principal, para que la gente no espere a la intemperie los colectivos.
La nueva parada de ómnibus se inauguró el día 30 de junio de 1985 y quedó habilitada al público al día siguiente. Sin dudas hoy, mirando a la distancia este hecho histórico de la institución, podemos afirmar que ha sido la bisagra que le otorgó al menos un movimiento continuo de gente a su alrededor y que más adelante implicara la necesidad de ampliar el bar y comedor, tal como lo conocemos hoy.




LAS AMPLIACIONES DEL BAR Y COMEDOR 
Como decíamos anteriormente, la parada de ómnibus generó un movimiento permanente de personas y le otorgó a la Sociedad Española otra identidad. 
Esto obligó a separar el tránsito permanente de la gente que viaja a diario, con el salón donde se realizan las actividades sociales. De esa manera se le podía otorgar mayor comodidad a los pasajeros y también a la comunidad de Santa Teresa.
En el año 2004, bajo la presidencia de Eduardo Daviña, se vislumbró la posibilidad de realizar las reformas necesarias para agrandar el bar y comedor existente y aprovechar a darle también un toque de modernidad a un sector del edificio.
Para esto se aprovechó parte del terreno del lado sur y mediante una construcción que se  realizó con materiales prearmados, lo que requirió la contratación de una grúa, se pudo ejecutar la obra. También gracias al aporte de la comunidad que, como siempre, colabora cuando se trata de este tipo de inquietudes.
Las nuevas instalaciones se inauguraron el viernes 2 de junio de 2006, asumiendo como nuevo conserje Julián Esrequis.








UN PERÍODO DIFÍCIL
En 1930, los ingresos de la sociedad eran precarios y no permitían cubrir todos los gastos y compromisos asumidos. Para esa fecha tampoco se había podido devolver el préstamo de $10.000 que habían realizado los señores Miguel y Santiago Echenique, con sus correspondientes intereses.
En ese momento se presenta la oportunidad de alquilar la parte de adelante del edificio, al Banco Nación Argentina para el funcionamiento de la sucursal local, lo que constituía para la Sociedad Española la posibilidad de contar con un ingreso extra y seguro de $ 400 mensuales durante cinco años.
Pero para ello el Banco le exigía que se construyese sobre el terreno del lado sur la casa para el gerente, lo que implicaba realizar una inversión de $20.000, dinero que incluso estaban dispuestos a poner los propios hermanos Echenique, con las perspectivas de que con ese ingreso mensual, la sociedad pueda ir devolviendo lo adeudado. El tema fue puesto a consideración de la asamblea y finalmente ésta resolvió que el edificio no sea utilizado con otros fines para lo que fue creado.
A partir de allí los recursos de la entidad dependían de las cuotas sociales, el alquiler del salón y de la explotación de las funciones de cine.
Pero los asociados españoles eran cada vez menos, no permitiendo el estatuto el ingreso de otras nacionalidades y las exigencias de inversión para poder continuar dando cine obligaron a tomar más créditos.
Ya cuando nos ubicamos entre 1940 y 1945 la situación económica general se fue complicando cada vez más por la segunda guerra mundial, la que generó un período de recesión económica en todo el mundo.
 Como dato curioso pero testimonial, se puede leer en el acta del 16 de noviembre de 1941, la resolución de no cobrar alquiler del salón a la “Comisión de desocupados de Santa Teresa” para realizar un baile a su beneficio.
No es casualidad que justo en ese período todos los balances de la Sociedad Española fueron arrojando pérdidas.
Habían vencido obligaciones en el Banco Nación, en el Banco Hipotecario y otras particulares, a las que debieron responder las mismas personas que siempre estuvieron apoyando económicamente a la sociedad, entre ellos los propios hermanos Echenique.
En el año 1947 se venden 400 sillas de Viena, chapas de zinc, maderas y también el piano, que se había adquirido en $1.000 el año 1924. Se terminó vendiendo en $1.400 al señor Nicolás Tenaglia.
En vísperas de navidad, un 24 de diciembre de 1950 la asamblea toma la decisión histórica de vender al mejor postor el local social, para lo cual se autoriza a publicar avisos en el diario “La Capital”.
A todo esto, los hermanos Bruno y Miguel Echenique realizan una oferta de $60.000, pero si la sociedad consigue el dinero para pagarles lo adeudado, estarían dispuestos a realizar una rebaja del 40% con tal que continúe funcionando.
En marzo de 1951, todavía no se había podido conseguir una oferta razonable, pero en todo ese tiempo el pueblo de Santa Teresa despertó y la comunidad Española se dió cuenta que la población le estaba pidiendo que no se venda el local y que debían admitir nuevos socios, aunque no sean españoles, para encontrar entre todos una solución a este problema.
Se intenta entonces, a través de una comisión, recaudar fondos y exitosamente el 25 de marzo de 1951 se anuncia que se reunieron aportes por $21.000.- dándose por cancelada con ese dinero la deuda con los hermanos Echenique, la que provenía del año 1922 y de otros aportes que habían realizado en los últimos años, habiéndose aprovechado el 40% de rebaja que prometieron.
Un testimonio de agradecimiento encontramos en el acta de esa fecha para los aportantes: José Farino $4.000 que sin ser socio apoyó la propuesta. Antonio Otero $ 1.000, Tomás Santillana $1.000, Rafael Agud $4.000, Nicolás Ventura (en ese momento presidente) $5.000, Antonio Codó Rubies $5.000 y Emilio Menéndez $1.000. Estos cuatro últimos hicieron los aportes a pesar de tener créditos a cobrar de la Sociedad todavía. El aporte se realizaba sin interés ni condicionamientos de devolución.
Paso siguiente la sociedad llamó a una reunión general con todos los vecinos de Santa Teresa para adecuar sus estatutos a la ley 12.921, la que precisamente preveía que las sociedades de este tipo se podían transformar en cosmopolitas.
Posteriormente mediante una campaña de socios, pudieron ingresar cuarenta y un nuevos socios, en su mayoría argentinos, que no solamente generaron más cuotas sociales, sino ideas, empuje y trabajo.
Se volvieron a realizar las tradicionales romerías españolas con el apoyo de una comisión de damas y el cine se comercializó con mejor organización a partir de una subcomisión específica. Con el tiempo se fueron cancelando los aportes de capital realizados por los socios y los prestamos bancarios.  Esta etapa seguramente quedará en la historia de la entidad,  como la más difícil que le ha tocado atravesar.

EL PLUS ULTRA 
El día 10 de febrero de 1926 llegaba a Buenos Aires el hidroavión español Plus Ultra, tras salir de Palos de la Frontera (Huelva)  en España. Este fue el primer vuelo tripulado entre ambos países. Sin dudas para la época significó un hito importante para la aviación y también un avance para la propia humanidad, al poder establecer un vinculo entre ambos países en 59 horas y 39 minutos, cuando sabíamos que los barcos tardaban 30 días.
El hidroavión hoy se encuentra expuesto en el Museo de Luján y al verlo personalmente, uno no puede creer que haya volado.
En nuestra Sociedad Española el 2 de febrero de ese año se consideraba una nota en la cual la Comisión de Recepción y Homenajes al Plus Ultra, invitaba a participar de su llegada.
El entusiasmo entre los españoles era tanto, que la misma sociedad destaca a tres miembros de su comisión, señores Emilio Menéndez, Gonzalo Díaz y Eduardo de la Vega, para que viajen a Buenos Aires y representen a los españoles de Santa Teresa, en el momento de su llegada.
Además textualmente se puede leer en el acta de ese día: "que con el fin que en la localidad de Santa Teresa quede un recuerdo de la llegada del primer avión que cruza el atlántico desde Palos de (Moguer) la Frontera a Buenos Aires y en honor a la tripulación del mismo, señores Comandante Ramón Franco, Capitán Julio Ruiz de Alda,  Alférez Juan Manuel Durán y mecánico Pablo Rada, esta Comisión Directiva resuelve celebrar la llegada de dichos aviadores con disparos de veintiuna bombas de estruendo  al saberse la noticia del arribo a Buenos Aires y con la celebración de un baile popular completamente gratuito para todo la población que quiera adherirse a tan extraordinario acontecimiento".
Meses más adelante a solicitud de una comisión especial constituida en Buenos Aires, se solicitaría fondos para regalarle un avión al Comandante del ejército español Ramón Franco, para que pueda efectuar otro viaje. Aquí la sociedad aporta $75.


LOS PRESIDENTES
1910 - José Dobá
1911 - Juan Ansálas
1916 - Emilio Menéndez
1917 - Francisco Suárez
1918 - Florentino Vásquez
1918 - José Dobá
1919 - Emilio Menéndez
1927 - Miguel Echenique
1929 - Emilio Menéndez
1930 - Antonio Codó Rubies
1934 - Miguel Echenique
1935 - Emilio Menéndez
1940 - Pedro Carmena
1946 - Perfecto Alvarez
1950 - Tomás Santillana
1951 - Manuel Moral
1951 - José Farino
1952 - Nicolás Ventura
1961 - Francisco Carrobé
1964 - Nicolás Ventura
1968 - Ernesto Venezia
1978 - Faustino Luis Marsilli (h)
1981 - Eusebio Marcos
1989 - Juan José Recupero
2001 - Eduardo Daviña
2007 - Alberto Saoretti
2008 - Rodolfo Menotti (Actual)


LOS RECUERDOS EN IMÁGENES


Año 1960 - Festejos de las bodas de oro


Año 1985 - Festejos de los 75 años


A la hora de organizar las comidas, directivos y colaboradores no han faltado  nunca.